quarta-feira, 22 de setembro de 2010

Uma Direita pós Moderna


2.- Una derecha post moderna

Más allá de las modas y las consolidaciones institucionales, post moderna debería ser una lógica que sea capaz de trascender las dicotomías de la modernidad sin limitarse a componer los términos como meros aspectos o a anular uno de los términos bajo la acusación de ficticio. Tanto la práctica social como la teoría han construido ya muchas realidades que podrían, sin impostura literaria, llamarse “post”.

Un ejemplo que debe explorarse con seriedad es la lógica de las organizaciones en red, como el Web, las manufacturas ordenadas de manera post fordista, la comunidad científica. La lógica de la operación en red es capaz de trascender las dicotomías entre lo local y lo global, entre jerarquía y horizontalidad, dependencia y autonomía, emergencia y planificación, habla y escritura... ¡toda una revolución!

Desde luego hay una derecha post moderna, a la vez post ilustrada y post romántica, que es capaz de trascender alineamientos que se creían muy firmes, la dicotomía entre fascismo y democracia desustancializando la democracia, o entre lo político y lo económico convirtiendo a lo político en escenario inmediato de lo económico, o entre representatividad real e imposición jerárquica quitándole su base a la autonomía del ciudadano.

Una derecha diversa, con ánimo progresista, dispuesta a regular los excesos del capital, tanto como a reprimir, policial o médicamente, a la posible oposición radical. Una derecha que no tiene inconvenientes en configurarse desde los restos de las antiguas izquierdas renovadas, o de la corrupción de los aparatos partidarios del centro y la derecha clásicas. Una derecha que por sus integrantes en la clase política a veces parece una nueva izquierda, a veces parece una nueva derecha, o a veces parece una simple construcción de los aparatos comunicacionales, pero que no tiene grandes diferencias de principio en su interior, y que puede alternarse tranquilamente en el poder político, aprovechando la ilusión de diversidad real y el poder legitimador de mecanismos democráticos vaciados de contenido real.

Ante esta derecha no convencional tanto las izquierdas como la derecha clásica resultan descolocadas. Las etiquetas de “populista” o “neo fascista” o “neo contractualista” no hacen sino ocultar la falta de comprensión del nuevo escenario bajo el recurso pobretón de asimilar los nuevos fenómenos a las claves ya conocidas, que eran útiles para un mundo que ya casi no existe.

Esta nueva derecha que no tiene ante sí izquierda real alguna. Las izquierdas clásicas oscilan entre plegarse a lo que creen que es su “ala izquierda”, u oponerse de manera radical, inorgánica, rompiendo desde el principio la posibilidad de establecer un espacio político en que la lucha sea posible, justificando ampliamente las ofensivas comunicacionales que la acercan a la delincuencia común, o al desequilibrio psicológico. Ante ella tanto la izquierda como la derecha clásicas no tienen otra conceptualización que la de tratar de asimilarlas al eje tradicional capital- trabajo, o al eje tradicional solidaridad-mercado, perdiendo la posibilidad de captar lo nuevo de su operar como algo auténticamente nuevo.

Extraído da tese “Proposición de un marxismo hegeliano” de Carlos Pérez Soto



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